María
madre de Jesús, junto a Juan y otras mujeres, ayudadas por Nicodemo y José de
Arimatea, sacerdotes judíos que seguían las enseñanzas de Jesús y por algunos
soldados romanos, bajaron al Maestro de la Cruz y haciendo una ligera
preparación del cadáver, corrieron a sepultarlo en un lugar comprado por José
de Arimatea. La preparación fue superficial porque se acercaba el sábado. Es
necesario recordar que para los judíos, el día comenzaba a las seis de la
mañana y terminaba a las seis de la tarde, y siendo viernes, víspera de pascua,
tenían prohibido realizar una serie de innumerables actividades.
Al
tercer día……
Ruido
de arrastrar de piedras, luz enceguecedora, una sábana que parece irse
desinflando lentamente, como si el ser al que está cubriendo, se fuera esfumando,
desapareciendo bajo la tela. Y…. vemos aparecer de repente, aquel hombre
desnudo, con las señales de la crucifixión marcadas en sus manos.
El hombre cubierto con esa sábana, no se levantó
simplemente y caminó hasta salir de la cripta, ¡No!
¡Él RESUCITÓ!
.
El
evangelio de Juan refiere: El primer día de la semana, cuando todavía estaba oscuro,
María Magdalena fue a visitar el sepulcro. Vio que la piedra de entrada estaba
removida. Fue corriendo en busca de Pedro y del otro discípulo, el amigo de
Jesús y les dijo “Han sacado al Señor de la tumba” Pedro y el otro discípulo
partieron al sepulcro. Corrían los dos juntos. El otro discípulo corría más que
Pedro y llegó primero. Se agachó, vio los lienzos en el suelo, pero no entró.
Después
llegó Pedro. Entró y vio los lienzos en el suelo. El sudario que había cubierto
el rostro de Jesús no estaba junto con las vendas, sino aparte y doblado. El
otro discípulo, entró de nuevo vio y creyó. Aun no habían comprendido la
escritura. (Juan 20, 1-9)
El
otro discípulo al que se refiere Juan, es él mismo, el discípulo amigo de Jesús
(el único que le acompaño durante su pasión y muerte). En este pasaje hay que
hacer una referencia importante. La traducción actual de la Biblia relata que
al entrar vieron los lienzos en el suelo y el sudario aparte y doblado (releamos
esta parte del evangelio). Sin embargo existen errores en la traducción de
algunas palabras.
Al
ver los lienzos en el suelo y el sudario aparte, podemos pensar que en realidad
alguien pudo haber robado el cadáver, pero para que molestarse en colocar el
sudario doblado en otro sitio, simplemente lo hubieran tirado. También podría
pensarse que aquel cuerpo maltratado hasta la muerte se levantó, se quitó la
sabana que le cubría (la cual debió haber estada pegada a las heridas
sangrantes) se fue y dejó tirados en el suelo la tela y el sudario.
La
traducción del Códice Alexandrinus que data del siglo V, dice algo diferente y que
si coincide con lo que allí pudo haber sucedido: “Y el otro discípulo corría más que Pedro y llegó primero al monumento.
Se agachó y vio los lienzos ALLANADOS,
pero no entró. Después llegó Pedro, entró y vio los lienzos ALLANADOS y El SUDARIO
que estuvo sobre la cabeza de Jesús, NO al igual que los lienzos, ALLANADO,
sino al contrario, ENRROLLADO EN SU SITIO. El otro discípulo, entró de nuevo
vio y creyó.
¡Como
cambian algunas palabra el significado de una frase y hasta de la historia!
Como vimos, en la versión actual los lienzos o vendas estaban por el suelo. El
Códice Alexandrinus repite en dos ocasiones que los lienzos estaban allanados,
llanos, extendidos, no abultados, ni tirados,
sino en su sitio, como si el ser que allí estuvo, hubiera salido sin tocarlos.
En
lo que respecta al sudario, la traducción actual también comete similar error.
El Códice dice que el sudario estaba en su lugar, ¿y cual era el lugar del
sudario? Colocado, enrollado sobre la cabeza de Jesús; no estaba allanado,
estaba en el sitio que había ocupado la cabeza del Maestro, ¡seguía enrollado
bajo la sábana! Esto si pudo generar tal asombro en los discípulos, que Juan, “vio
y creyó”. Si simplemente hubieran visto los lienzos tirados, pues hubieran
pensado que alguien habría robado el cadáver.
Los
estudios científicos realizados a la Sabana de Turín describen que el ser que
estuvo cubierto por ella, en un momento se volatilizó prácticamente, dejando
marcada indeleblemente la imagen de un hombre que había sido martirizado. Pero
no una pintura o unos manchones de sangre. Una marca que en 1898 al ser
fotografiado la sábana, mostró en negativo, antes de revelar la foto, la imagen
que posteriormente se ha logrado comprobar que es una figura tridimensional; que
no pudo haber sido pintada o dibujada como dicen sus detractores, sino que fue
estampada allí al ocurrir un fenómeno que hasta ahora no ha podido ser
explicado científicamente sino con una sola palabra. ¡RESUCITÓ!